Valeria Flores. La vida la sorprendió en Buenos Aires en 1976, pero a los pocos años, Neuquén fue la ciudad de infancia y sueños. Es maestra y escritora. Casi todos sus poemas permanecen inéditos. Editó una plaqueta artesanal, "La interrupción" (2004). "Matar a la niña" (2006) es su última obra poética. En el 2003, el poema "El oficio de la pérdida" fue seleccionado para el evento "Argentina: a tale of two cities", organizado por el Departamento de Estudios Latinoamericanos la Universidad de Delaware (USA). Integra el grupo de lesbianas feministas "fugitivas del desierto" de activismo artístico-político ( http://lesbianasfugitivas.blogspot.com ). Publicó el libro de ensayos "Notas lesbianas. Reflexiones desde la disidencia sexual" (Hipólita Ediciones, Rosario, 2005). Se dedica a la autoformación en estudios feministas y queer. Su proyecto escritural, que adopta la forma del ensayo, busca combinar el registro teórico y poético.
la chica trueno
apenas
inhaló el aire urbano, un estupor de
mundo crudo se inyectó
salvaje
nacer un día de tormenta
almacena los temblores
sus genitales hablaron la ley, el sexo
se escribió entre humedades y sangre
un flash de luz en el cielo plomizo, señaló
sus ojos abiertos de animal, azuzando
luciérnagas de hielo en la noche
su primer sonido fue el trueno,
abrió la boca y adivinó
el escenario de futuras guerras
las menudencias fueron bocado
sabroso en su dieta de murmullos,
la expectación, el método
de sobrevivencia
estaba dicho, se le imputó
estremecer lo humano
la chica trueno
apenas
inhaló el aire urbano, un estupor de
mundo crudo se inyectó
salvaje
nacer un día de tormenta
almacena los temblores
sus genitales hablaron la ley, el sexo
se escribió entre humedades y sangre
un flash de luz en el cielo plomizo, señaló
sus ojos abiertos de animal, azuzando
luciérnagas de hielo en la noche
su primer sonido fue el trueno,
abrió la boca y adivinó
el escenario de futuras guerras
las menudencias fueron bocado
sabroso en su dieta de murmullos,
la expectación, el método
de sobrevivencia
estaba dicho, se le imputó
estremecer lo humano
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