Joaquín Linne tiene 26 años. Publicó relatos en varias antologías (En celo, Sudamericana, 2007; Escala 1:1, Entropía, 2007, entre otras) y en diferentes medios gráficos. Tiene un libro de cuentos en su fase terminal de preparación, mantiene el blog viperinalengua.blogspot.com, estudia sociología y sobrevive en la ciudad de Buenos Aires como encuestador.
Razas
Me saco un cinco en metodología III. Vengo de hacer encuestas en La Boca, estoy tenso y me peleo con la ayudante. Arreglamos revisión con la titular. Soy como un negro frente al sistema judicial de Alabama que apela a la corte suprema. Tengo menos chances que Olimpo de no descender (tengo dudas sobre esto y googleo: y recuerdo que el torneo se llama Torneo Cablevisión de Primera División). Alguna vez, cuando nos veíamos más, le dije a una amiga blogger que lo único que tenía en mi vida era promedio. Le pareció simpático.
Supongo que los Beatles estaban equivocados: la respuesta no es el amor, sino irse a trabajar a Andorra o poder hacer un master en Europa o en U.S.
Vamos con algunos amigos bloggers al Confesionario a ver a Casas y Minimal: mucha química, humor, timing y juventud. Un par de anécdotas -como la del primo cachito- fue grandiosa. Y los poemas estuvieron muy bien. Muere la madre de Casas. En medio del funeral llega el primo Cachito llorando con desesperación, sostenido por otros dos primos y se abraza al cajón. Casas y sus dos hermanos quedan como fríos, indolentes, ya que no son tan expresivos. El primo Cachito se robó toda la atención. Pero la venganza es un plato que se come frío. Diez años después muere la tía de ellos -la madre de Cachito- y el hermano de Casas lo llama: vamos nosotros dos al funeral, el otro hermano no puede. Van, lloran mucho, y cuando están por ponerle al cajón la bandera del Cuervo alguien les dice que la tía no era de San Lorenzo le dicen que no importa, que ellos sí.
Recorro ópticas. La raza de los ópticos es bastante deplorable. Todos te atienden mal, te quieren cobrar una fortuna y como opciones siempre tienen dos anteojos (el vendedor viejo que trabaja en una empresa en general está tan quemado que perdió hasta la apariencia de humanidad. Ya ni actúa, ni siquiera tiene la efervescencia en los ojos ávidos de ascender socialmente y el brillo en los granos del empleado tipo mcdonald's). Por fin -un encuestador en Roque Perez me pasa el dato- llego a una óptica en Belgrano. Me atiende un pibe -buena onda-, más opciones, mejores precios y, cuando le dice al viejito jefe 'abuelo, ¿se puede borrar la marca de la patilla?', ya no tengo dudas. El abuelo me saca la marca con alcohol, pago y me voy a la óptica de la prepaga a hacer los lentes.
Busco auriculares. El tipo, oscura galería de Belgrano, me dice estos son muy buenos. Termino pagando demasiado por un sonido seco y duro de una marca casi genérica. Sí, muy buenos, claro, como los ópticos te dicen te quedan bien, o no vas a encontrar mejores, o como yo digo la encuesta es anónima (igual si en unos meses viene el servicio secreto K o Pro y te rompe la casa, no es mi problema). Mientras hago shopping de sobrevivencia, hago una encuesta: un pibe de la Di Tella (economía empresarial) que me pregunta cosas sobre postres. ¿Irías a comer a un restaurant sólo de postres? Del mismo modo que los encuestadores (y también los ex enc) son amables conmigo, yo lo soy con el muchacho. Empatía, le dicen. Pero él es NSE 1, no es encuestador.
Hay dos razas de encuestadores: las señoras gordas del conurbano (especies de manzaneras frustradas que se cansaron de ser amas de casa y de vender productos para Avon) y los estudiantes de sociales y afines (comunicación, sociología, políticas, historia, psicología, antropología). Ambas razas son bastante patéticas. Las gordas están curtidas, son como las prostitutas y los políticos, ya no sienten nada. Los jóvenes progres de clase media pauperizada con padres hippies que nunca insistieron demasiado en el valor del trabajo hasta que no podían comprar tomates y zapatillos y mandaron al primogénito a que al menos se pague los gastos del bondi y los apuntes de la facultad, son más naif, más esperanzados en que después de cursar la carrera que estén cursando ahí sí van a tener un trabajo copado y bien pago. Supongo que las gordas son más realistas. Como diría Mairal, saben que antes o después -en el juego del quemado- la pelota va a alcanzarte y te va a desnucar.
Lado bueno: voy a conocer Lugano. Lado malo: estoy mirando demasiado vidrieras, el cerebro se me debe estar calcinando. Si sentís que en el cerebro tenés unas Adidas, un Nokia y un Big Mac, llamá a tu neurólogo (o a tu dealer, o a un amigo para que te ayude a suicidarte).
En fin. Como decían en Los Simpsons: tenés cinco opciones, pero sólo podés elegir una.
martes, 25 de diciembre de 2007
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