domingo, 30 de diciembre de 2007

sábado, 29 de diciembre de 2007

Prensa & Difusión




Fotos de Zina & Oyola


Y el diario de hoy lo contaba así...

viernes, 28 de diciembre de 2007

Cristian Carrasco nació en Villa Regina en 1978. Escribe poemas, relatos (micro y macro), y boludeces que algún día pueden llegar a venderse como ensayos al público desprevenido. Escribe y corrige de noche, en el laburo. Ha hecho varias publicaciones artesanales. Mantiene un blog de historietas y literatura (www.carrascosolista.blogspot.com). Poco más para agregar.


Volubilidad

Una mujer asegura a su enamorado que no tendría sexo con él aunque fuese el último hombre sobre la tierra. Él comienza un genocidio, utilizando al principio armas de fuego y blancas, colocando luego bombas, utilizando tanques y armamento pesado, robando aviones para bombardear ciudades, hackeando las computadoras de distintos países para declarar guerras.
Consigue ser así el único varón vivo sobre el planeta.
Final a) Ante la amplitud de la oferta femenina, al hombre su enamorada ya no le interesa. Elige múltiples amantes entre las más hermosas sobrevivientes, mientras ella se descubre lesbiana.
Final b) La desdeñosa no puede contener sus instintos, traiciona sus palabras y los dos envejecen fornicando cual conejos.


Olvido

Atendiendo a la cantidad de canciones en las cuales hombres y mujeres le reprochan a sus ex amantes no haberles enseñado a olvidarlos ni a vivir sin ellos, he decidido, de ahora en más, dictar una cátedra de olvido a mis nuevas relaciones.
El programa incluirá Introducción al Olvido, seguida por Olvido I, Melancolía (anual), Olvido II y Recuperación (I, II y III condensadas en un fin de semana, es decir, un seminario intensivo). También planeo incluir Venganza por Despecho como materia optativa, aunque estoy plenamente seguro de que todas van a cursarla. Y aprobarla por promoción directa.

Cecilia Eraso. Nací en Neuquén en diciembre de 1978. Soy Licenciada en Letras de la UBA y vivo en Buenos Aires desde 1997, actualmente en Almagro pero paseé de lo lindo por los barrios porteños. Trabajo como docente en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, en el CBC y en el curso de ingreso de la Universidad de Quilmes. También subsisto gracias al aporte de un cargo en un colegio secundario del barrio de Caballito que soporto como puedo. Además de poesía, alguna vez intenté sin éxito, pero aun sin rendirme, escribir narrativa. Publiqué algunas reseñas (en la revista web elinterpretador.net y en la revista Espacios de Crítica y Producción de la Facultad de Filosofía y Letras), a lo que le sumo la publicación de algunos ensayos y monografías, el ultimo de los cuales acaba de salir publicado en la revista www.elinterpretador.net y es sobre Pasolini. No tengo hobbies pero sí me he dedicado los dos últimos años a organizar el Encuentro Nacional de Estudiantes de Letras, que este año se hizo en Mendoza.


Suicidios

Los suicidas, qué raro, trabajan
siempre, viven, en las biografías
hasta el final: como si no fueran a
hacerlo, como si a ellos también
sorprendiera el desear, de pronto,
la muerte.

“Hizo esto y aquello; trabajó,
tuvo el hijo y después, en los ’70,
se suicidó”, dicen sus biografías.

Un hueco de escalera, un arma
inoportuna, el tren raudo, las mujeres,
su veneno, la asfixia, las arterias
descuidadas.

Los suicidas, pero qué raro, hasta el
último momento como si los
sorprendiera haciendo cosas, la muerte,
como quien intenta.

Es el relato que propicia esos
efectos, que estupidiza, simplifica
la absurda confusión de cada vida
suicidada que pasa, como de
repente, a la parte baja de un tren.


Del pasado contenido en una imagen

Hubo en el parque una locomotora vieja,
oxidada, para que jugáramos, sucia
con desperdicios humanos y tan felices
nosotros descompuestos.

La preferíamos por sobre el pasamanos,
más que a la pista, los patines, bicicletas;
la preferíamos tan sucia y descuidada

En aquel parque, hubo una locomotora
oxidada
por el pis y la arena del desierto.

Valeria Flores. La vida la sorprendió en Buenos Aires en 1976, pero a los pocos años, Neuquén fue la ciudad de infancia y sueños. Es maestra y escritora. Casi todos sus poemas permanecen inéditos. Editó una plaqueta artesanal, "La interrupción" (2004). "Matar a la niña" (2006) es su última obra poética. En el 2003, el poema "El oficio de la pérdida" fue seleccionado para el evento "Argentina: a tale of two cities", organizado por el Departamento de Estudios Latinoamericanos la Universidad de Delaware (USA). Integra el grupo de lesbianas feministas "fugitivas del desierto" de activismo artístico-político ( http://lesbianasfugitivas.blogspot.com ). Publicó el libro de ensayos "Notas lesbianas. Reflexiones desde la disidencia sexual" (Hipólita Ediciones, Rosario, 2005). Se dedica a la autoformación en estudios feministas y queer. Su proyecto escritural, que adopta la forma del ensayo, busca combinar el registro teórico y poético.



la chica trueno

apenas
inhaló el aire urbano, un estupor de
mundo crudo se inyectó
salvaje

nacer un día de tormenta
almacena los temblores

sus genitales hablaron la ley, el sexo
se escribió entre humedades y sangre

un flash de luz en el cielo plomizo, señaló
sus ojos abiertos de animal, azuzando
luciérnagas de hielo en la noche

su primer sonido fue el trueno,
abrió la boca y adivinó
el escenario de futuras guerras

las menudencias fueron bocado
sabroso en su dieta de murmullos,
la expectación, el método
de sobrevivencia

estaba dicho, se le imputó
estremecer lo humano

Macky Corbalán, nací en Cutral Có, ciudad donde tiempo después nacería esa forma cimarrona de protesta que es el piquete. Originalmente, el pueblo se llamaba "barrio peligroso", por eso no es llamativo lo del piquete ni que yo sea poeta, lesbiana, feminista, geminiana, activista por los derechos de los animales no humanos, vegetariana y de Boca. Ah, tengo dos libros publicados: La pasajera de arena e Inferno.

Gustavo Lupano nació en abril del año 78. Psicólogo social y frontman del grupo “el viento enloquece a la gente”.alterna bipolarmente sus dos amores, en ambos casos gana apenas para sobrevivir..En el 81 escribió su primer poemario pero nadie le cree. Lo poco que ha editado artesanalmente se perdió entre las tomas del este neuquino y las del fondo de cipolletti. su poesía como su música es punk y es dark con toda la ensalada de influencias que eso significa. Detesta a Borges y nunca pudo terminar de leer ningún libro de hesse. debido a esto ha sido excluido de todo circulo existente de poetas y escritores.


...Como un bodhisatva amnésico y punkito

canto mis misangelios.

Lo que me duele es poesía.

Lo que me acicatea lo desgarro.

Pero soy un cobarde que le teme a las palabras

que desnudan mi cáscara con lengua ágrafa...

Liliana G Ríos nació el primer día del verano del 77 en Neuquén Capital. Es artista plástica, docente y vocalista del grupo "el viento enloquece a la gente". Escribe cuentos breves para niños dadaistas, textos caóticos, tiernos, urgentes y de un humor de gillette y sonajero, que ningún editor cuerdo ha osado publicar hasta el momento. Actualmente sigue escribiendo sin darse por vencida. Perdió su trabajo de babysitter de medio tiempo, cuando los padres de la niña que cuidaba, la descubrieron leyéndole a la pequeña, uno de sus cuentitos.


Se dio cuenta de que ese lugar no era ningún hospital y casi lo pisa una vaca. Casi sin pensarlo se encontró preparando mate y chekeando que no se hirviera el agua. "Muy bien" estaba ahora ordeñando una vaca en el medio del bullicio del público. No podía creerlo: había ganado el premio al "Mejor ordeñador 1984" y agradecía a los paisanos.

Diego Vigna. Uf, este flaquito es una cosa que no se puede creer. 25 años, nacido en la provincia de Buenos Aires, residente en Córdoba pero de Neuquén, publicó cuentos en varios lares: revistas, diarios, algunos le gustaron y otros no. Hasta lo censuraron. Y sí. Publicó un libro de cuentos: Grises, verdes, en 2004, y el cuento "Soldán Saltando", en 2006 (cree), en la Antología de narrativa porno Carne, de Editorial La Creciente. Dentro de su faceta grossa, publicó un largo ensayo sobre Tununa Mercado titulado "La catarsis narrada" en el libro Ensayo(s) de Narradores, 2006, editado por Alción. Trabaja como corrector y editor de una revista académica y una colección de ensayos. Viaja por trabajo. Cocina. Juega de enganche. Toma, junto con Alfredo Jaramillo, daiquiris de petróleo. Piensa poemas antes de dormirse. Es, en definitiva, un buen partido.

Tomás Watkins nació en Neuquén en 1978. Integra el grupo de poetas "Celebriedades", con el cual desplegó una sostenida labor de difusión poética por las patagonias argentina y chilena. Publicó "26", su primer libro de poesía, primero en 2004 en una edición artesanal y colectiva con sus compañeros celebrios, y luego en 2007 con la editorial "El Suri Porfiado".


La estudiante

Arranca la página
en silencio y se va.
Se recibe para estar lista
ante Dios. En el cuarto
aprende amor
a mordiscones
y envejece de golpe
sin conocer el plan
tras la simpleza.

martes, 25 de diciembre de 2007

El espíritu de los Villancicos presentes (avanzada porteña 2007)

Alejandra Zina nació en Buenos Aires en noviembre de 1973. Publicó las antologías Erótica argentina (Atril) y, en coautoría, En primera persona: correspondencia argentina en dos siglos (Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos). En 2005 la editorial Carne Argentina publicó su primer libro de cuentos Lo que se pierde. Coordina talleres de escritura y es docente de la Escuela Nacional de Cinematografía. Junto a los escritores Selva Almada y Julián López organiza el Ciclo de Lectura Carne Argentina en el Mantis Club de Almagro.


"La última vez que la vi estaba hundida en su mecedora, con la boca abierta, sin el vapor que forma el aliento en una estancia congelada. En esa boca cóncava como el borde de un jarrón, la dentadura era una ausencia. Me aterrorizaron los párpados que no terminaban de caer, alzados como persianas metálicas. ¿Qué más querían ver esos ojos? No lo sé, pero así quedaron porque no me animé a bajarlos".

Fragmento de "Picazón" del libro Lo que se pierde
Leonardo A. Oyola nació en Buenos Aires en 1973. Su primera novela, Siete & el Tigre Harapiento , obtuvo la tercera mención del Premio Clarín 2004 y fue publicada por la editorial Gárgola (2005) para su colección Laura Palmer no ha muerto. Sus cuentos Matador y Animétal forman parte de las antologías In fraganti y Buenos Aires: Escala 1/1, respectivamente. El Tigre Oyola se reconoce discípulo de Alberto Laiseca, e integra el grupo de jóvenes narradores conocido como el Quinteto de la muerte. Su novela Chamamé fue publicada en España en mayo de este año. El capítulo 5 de esta novela fue leído en los Villancicos Vrutales 2006 en el Arpillera Cultural.

NUNCA EMPIEZAN.
Explotan.
De una.
Así son mis sueños.
No sé lo que es dormir tranquilo.
No sé lo que es descansar si no me tumba una botella de J&B.
Y desde la mejicaneada del Pastor Noé, cada vez que cierro los ojos, se repite el mismo.
Una y otra vez.
O más o menos.
Nunca empieza.
Explota.
De una.
Así es en mi sueño.
Primero las palmas de las manos pegadas.
Como si estuviera rezando.
Después las separo para abrir una cortina de eslabones que tintinean al moverlos.
Entro al Mogambo.
Al último cabaret de Misiones.
El último kilombo del país antes de cruzar la frontera con Brasil.
Entro a un infierno, no el infierno, y me encanta arder.

Completo, acá.
Julián Urman. Nacido el 26 de enero de 1978. Fue editor de la revista literaria Pisar el césped. Publicó su primera novela Ravonne [Editorial Tamariscos] en 2007. Ha publicado cuentos en distintas antologías a cargo de Diego Paszkowski y en In fraganti [Editorial Sudamericana] a cargo de Diego Grillo Trubba. No tiene blog. Actualmente trabaja de músico para cine y televisión. Y, como dice él mismo, "desconozco el crimen luego de una vida guiada por la rectitud de las más estrictas normas morales".

El osito descubre, al separarse del cadaver, que algo ha cambiado en su propia anatomía: entre sus piernas de peluche pulsa una protuberancia hasta entonces desconocida.

Guarecido por la noche sin luna, el osito de peluche se acerca a su próxima víctima.
Eugenia Rombolá nació el 13 de abril de 1980 en Viila Dolores, Córdoba. Estudia Letras en la UBA y francés. En el 2005 publicó un poemario titulado "Fantasía" en Zorra Poesía. También publicó un ensayo sobre Saer en la Universidad Nacional General Sarmiento. En el 2006 dirigió la revista de crítica literaria "Los asesinos tímidos". Actualmente trabaja en la Editorial Libros del Zorzal y colabora con distintos medios, entre ellos la revista Plátano Verde, de Venezuela. Escribe un blog que se llama consideraciones intempestivas.

El verano

Ahora ya no, pero antes, el comienzo del verano no lo determinaba el calendario sino la apertura de las heladerías. Cuando era chica, por lo que más quería ser grande era para comer helado y sólo helado, nada de verduras, carne, ravioles, sólo helado de dulce de leche granizado abajo y coco arriba. El coco no era tanto por preferencia real, sino más bien por seguir el dictado de la moda impuesto por ese personaje de Juana Molina en Juana y sus hermanas. Y aunque amaba el verano, porque amaba el helado, no renegaba del invierno, tenía sus beneficios: los bolsillos de los abrigos siempre reservaban australes para futuros cucuruchos. Yo, apenas abría la heladería de enfrente de casa, lo primero que hacía era saquear los bolsillos de mi campera, del blazer del colegio, de los tapados de mamá, de los trajes de invierno de papá, los bolsillos de mi hermana no, porque siempre fui muy respetuosa de mis pares. Pero cuando ese recurso llegaba a su fin – que era alrededor del tercer o cuarto cucurucho– no quedaba otra que suplicarle a mamá que me comprase otro, y ella, tan amante de la vida natural, me decía que era mejor que coma fruta. En el parque de casa había moras, que comía imaginando que eran helado de moras, hasta que un día, como era de esperar, me intoxiqué y decidí hacer negocio con ellas. Junté todos los frascos de mermelada que encontré en casa, hasta terminé la de naranja que siempre me pareció espantosa, solo para tener un recipiente más donde guardar las moras que vendería a los que pasasen por la puerta de casa, y como escuché no sé si de papá o de mamá, que para hacer negocios es necesario arriesgarse, sacrifiqué el vestido escocés de mi bebote y lo recorté en cuadraditos para decorar las tapas de los frascos. El negocio marchaba magnífico, le vendí un frasco a Maribel, la vecina de al lado de casa y podría haber vendido muchos más si mamá no me hubiese gritado “estás loca” desde la ventana del living, cuando me vio en el puestito que había improvisado sobre el medidor de gas. No dijo nada más, para eso es mi mamá, sabe la mejor forma de paralizar mis autoemprendimientos. Siempre me dio miedo la locura y que ella me lo afirmase de manera tan vehemente hizo que sin chistar me metiera adentro de casa y me muriera de vergüenza durante más de una semana por lo que había hecho. Ahora que lo pienso, el verano es propicio para generar situaciones de vergüenza. Una ola que corre la bikini de lugar, un helado que se derrite mucho más rápido de lo que la boca puede tomarlo y termina enchastrando toda la remera, un caballo suicida que se mete más y más en el mar y todos diciendo desde la orilla Eugenia vení para acá, y yo pensando pero qué quieren si es él el que se cree Alfonsina... De cualquier manera, a pesar de la vergüenza, siempre deseo que llegue el verano, porque en verano me dan más ganas de bailar, de conocer gente, de tomar caipiriña, escuchar a Bob Marley y leer novelas de amor o policiales tirada en la arena. Y para combatir el insomnio que provoca el calor, una noche, en la que sentía derretirme toda, a excepción de mis ojos que permanecían fijos en el ventilador de pie, se me ocurrió hacer un cronograma de sueños de verano, que si se sueña uno por noche, alcanza para todo enero y los primeros días de febrero.
Cronograma de sueños de verano:
Tomar leche cortada y mandar a mamá a la cárcel
Creer en Dios y que se sienta mal
Enseñarle a la maestra cómo se llega al país de Alicia
Contar hasta el infinito con los dedos
Decirle a Pitufo Filósofo que me cae simpático
Aprender a tocar el piano con Lou Reed y que mamá Laurie Anderson me rete en japonés
Ser una trovadora pop
Figurar en las revistas y que me recorten los pajeros
Tomar whisky con Morrison
Tocar la pandereta en un recital de Janis Joplin
Atender el teléfono y ser yo
Preguntarle a Antonin si le gusta mi voz
Hacer radio con Beckett
Conseguir el papel de vaca comunista y reírme con Brecht en alemán
Postergar mi viaje a Berlín porque vino a visitarme Virginia Wolf
Dibujar la mano de la Reina Isabel y que Orlando me diga “sí, así es, así es”
Filmar el divorcio de Penélope y actuar como su abogada
Robarle los zapatos a mi abuela y ser acusada, no de robo, sino de herencia
Ser responsable y que papá se sienta orgulloso
Trabajar como obrera en una fabrica de alfileres
Tener un amigo como Engels
Colaborar con los exiliados lingüísticos
Desertar y que El Che me tenga bronca
Pasear con Rosas por Lavalle
Evitar que maten a Pasolini y pedirle un autógrafo
Disfrazarme de polígrafa y ser odiada por los hombres
Ir a misa con Burroughs y cantar canciones de Tom Waits
Decirle a Apolonio que a Paul no lo soporto
Conversar con Fijman en la Plaza España
Ver la mano de Rilke cuando escribía Salomé
Darle un beso a Proust antes de que se duerma
Cenar con Jack the Ripper y hablarle de Allan Poe
Mover las manos con dirección de Pina Bausch
Florecer en la montaña
Llegar al cielo y darme cuenta de que en realidad prefiero el agua
Vivir en un teatro*
* Disfrutarlo todo, serlo todo.

Ana Victoria Cecchi nació en Buenos Aires en 1977 y vivió toda su infancia en Bolivia. Es socióloga, docente de la UBA e investigadora del Foncyt. Se especializa en el área de cultura. Sus cuentos se publicaron en diversas antologías de jóvenes escritores (Libros del Rojas, Clásica y Moderna y Sudamericana). Ha salido premiada en el concurso Interamericano de cuentos Fundación Avon 2006 y en el concurso Relatos de mujeres Biblioteca Esteban Adrogué 2007.


Fragmento del cuento Lo inasible del odio

Un solo gesto bastó para convertirme en un niño que, por un pasillo aterciopelado, caminó hasta Mugis con el espanto de la presencia de un antiguo temor a monstruos y profundidades. En la oscuridad de la sala, la sonrisa del Director creció primero con grandes mejillas y largos dientes afilados como dedos, tomó la forma de un verde estanque con blancas doncellas muertas, para luego convertirse en una oscura puerta que se abría ante mí. En cada uno de mis pasos un quejido agudo de la tela, advertencia última de espíritus enterrados bajo el acierto de haber permanecido dentro de los límites. En cada uno de mis pasos avanzaban también hacia Mugis otros pasos y nuevos quejidos. Otro gesto bastó para que todas las luces de la sala brillaran más blancas que nunca y en aquel rostro no se viera sino la calma de quien ha dado al fin con la réplica exacta de un ideal. Cabellos grises disimulaban el brillo de sus ojos oscuros, que al detenerse en los míos se burlaron de todos aquellos que, incapaces de comprender a los dioses, creen ver en éstos la encarnación del demonio. Me tomó por el brazo para ayudarme a dar la vuelta y observar el escenario vacío junto a él. Con un último gesto un centenar de especialistas midieron mi cuerpo, copiaron mis facciones en el detalle del papel, estudiaron dimensiones y textura de mi cuello y de mi pelo, para luego quitarme cada una de las prendas hasta dejarme abandonado y desnudo ante la promesa de la perfección.
Joaquín Linne tiene 26 años. Publicó relatos en varias antologías (En celo, Sudamericana, 2007; Escala 1:1, Entropía, 2007, entre otras) y en diferentes medios gráficos. Tiene un libro de cuentos en su fase terminal de preparación, mantiene el blog viperinalengua.blogspot.com, estudia sociología y sobrevive en la ciudad de Buenos Aires como encuestador.

Razas

Me saco un cinco en metodología III. Vengo de hacer encuestas en La Boca, estoy tenso y me peleo con la ayudante. Arreglamos revisión con la titular. Soy como un negro frente al sistema judicial de Alabama que apela a la corte suprema. Tengo menos chances que Olimpo de no descender (tengo dudas sobre esto y googleo: y recuerdo que el torneo se llama Torneo Cablevisión de Primera División). Alguna vez, cuando nos veíamos más, le dije a una amiga blogger que lo único que tenía en mi vida era promedio. Le pareció simpático.
Supongo que los Beatles estaban equivocados: la respuesta no es el amor, sino irse a trabajar a Andorra o poder hacer un master en Europa o en U.S.
Vamos con algunos amigos bloggers al Confesionario a ver a Casas y Minimal: mucha química, humor, timing y juventud. Un par de anécdotas -como la del primo cachito- fue grandiosa. Y los poemas estuvieron muy bien. Muere la madre de Casas. En medio del funeral llega el primo Cachito llorando con desesperación, sostenido por otros dos primos y se abraza al cajón. Casas y sus dos hermanos quedan como fríos, indolentes, ya que no son tan expresivos. El primo Cachito se robó toda la atención. Pero la venganza es un plato que se come frío. Diez años después muere la tía de ellos -la madre de Cachito- y el hermano de Casas lo llama: vamos nosotros dos al funeral, el otro hermano no puede. Van, lloran mucho, y cuando están por ponerle al cajón la bandera del Cuervo alguien les dice que la tía no era de San Lorenzo le dicen que no importa, que ellos sí.
Recorro ópticas. La raza de los ópticos es bastante deplorable. Todos te atienden mal, te quieren cobrar una fortuna y como opciones siempre tienen dos anteojos (el vendedor viejo que trabaja en una empresa en general está tan quemado que perdió hasta la apariencia de humanidad. Ya ni actúa, ni siquiera tiene la efervescencia en los ojos ávidos de ascender socialmente y el brillo en los granos del empleado tipo mcdonald's). Por fin -un encuestador en Roque Perez me pasa el dato- llego a una óptica en Belgrano. Me atiende un pibe -buena onda-, más opciones, mejores precios y, cuando le dice al viejito jefe 'abuelo, ¿se puede borrar la marca de la patilla?', ya no tengo dudas. El abuelo me saca la marca con alcohol, pago y me voy a la óptica de la prepaga a hacer los lentes.

Busco auriculares. El tipo, oscura galería de Belgrano, me dice estos son muy buenos. Termino pagando demasiado por un sonido seco y duro de una marca casi genérica. Sí, muy buenos, claro, como los ópticos te dicen te quedan bien, o no vas a encontrar mejores, o como yo digo la encuesta es anónima (igual si en unos meses viene el servicio secreto K o Pro y te rompe la casa, no es mi problema). Mientras hago shopping de sobrevivencia, hago una encuesta: un pibe de la Di Tella (economía empresarial) que me pregunta cosas sobre postres. ¿Irías a comer a un restaurant sólo de postres? Del mismo modo que los encuestadores (y también los ex enc) son amables conmigo, yo lo soy con el muchacho. Empatía, le dicen. Pero él es NSE 1, no es encuestador.
Hay dos razas de encuestadores: las señoras gordas del conurbano (especies de manzaneras frustradas que se cansaron de ser amas de casa y de vender productos para Avon) y los estudiantes de sociales y afines (comunicación, sociología, políticas, historia, psicología, antropología). Ambas razas son bastante patéticas. Las gordas están curtidas, son como las prostitutas y los políticos, ya no sienten nada. Los jóvenes progres de clase media pauperizada con padres hippies que nunca insistieron demasiado en el valor del trabajo hasta que no podían comprar tomates y zapatillos y mandaron al primogénito a que al menos se pague los gastos del bondi y los apuntes de la facultad, son más naif, más esperanzados en que después de cursar la carrera que estén cursando ahí sí van a tener un trabajo copado y bien pago. Supongo que las gordas son más realistas. Como diría Mairal, saben que antes o después -en el juego del quemado- la pelota va a alcanzarte y te va a desnucar.
Lado bueno: voy a conocer Lugano. Lado malo: estoy mirando demasiado vidrieras, el cerebro se me debe estar calcinando. Si sentís que en el cerebro tenés unas Adidas, un Nokia y un Big Mac, llamá a tu neurólogo (o a tu dealer, o a un amigo para que te ayude a suicidarte).
En fin. Como decían en Los Simpsons: tenés cinco opciones, pero sólo podés elegir una.
Magali Flaks nació el 23 de febrero de 1978 en el barrio de Flores, donde reside y aún reincide. Fotógrafa que de vez en cuando escribe, exhibe sus trabajos en http://www.magaliflaks.com/ y en el blog http://todassomoslamaga.blogspot.com/

Juan Ignacio Ortiz de Zarate, el arma en la mano, los dedos apenas rozando el estribo, promete entre susurros no volver a verlos nunca más.

Balanceándose apenas, hijo de Don Augusto Ortiz de Zarate, intercalando la mirada entre la ventana de cortinas blancas y los ojos sombríos del padre desde el fresco italiano, interrumpido por zumbidos de colectivos sobre avenida del Libertador, la certeza de que se le han acabado los planes.

Trabando y destrabando el seguro, en un tic tac de obstinación oriental, la habitación limpia, demasiado blanca y grande, recortada solo por el uniforme azul marino de Inés; mas atrás Inés sosteniendo un paño, Inés que balbucea algo que ni intenta escuchar y que ya no importa. Solo el tic tac.
Agustín J Valle es porteño desde que nació en 1981. Estudió Historia en la UBA y sobre todo Transformaciones en la subjetividad contemporánea con el historiador ontológico Ignacio Lewkowicz. Cofundó en 2003 el Colectivo Inmediato, de pensamiento y escritura. Es co-gestor desde 2006 de las Juntadas de Ensayos en Vivo, donde diversos pensadores ofrecen ideas desde la emotividad que las genera y con la forma que propongan. Con motivación ensayística, escribe usando los registros teórico, poético y narrativo (www.sololascosas.blogspot.com/). Monetariamente vive del periodismo gráfico cultural (revistas Debate, Alt P, Rolling Stone).


Los vidrios están sucios; la mugre se nota más cuando hace visible algo transparente que cuando oscurece el color de algo coloro (protagonista en vez de condimento).La mugre en el vidrio delata la forma de la multitud de gotas que allí hubo; en su momento, el polvo se pegó al agua y la sobrevivió. Arqueología de la lluvia veo, en vez de afuera. Con papel de diario (con diario) hago el movimiento de limpieza, Señor Miyagui. Sabido es que la suciedad nunca desaparece, sino que se traslada; limpiar es ensuciar otra cosa, y la higiene es la correcta ubicación de la mugre. Las huellas redonditas desaparecen, suplantándolas ahora rayones que lo que atestiguan es mi movimiento danielsanístico. No sé si está limpio, pero está limpiado. El polvo es el mismo pero su organización la dio el humano.


Puntos de la transparencia

El agua me llega al ombligo y veo mis pies en detalle. También el fondo, manto arenoso ondulado (como un techo de zinc cuyas lomas y canaletas zigzaguean, relajadas por el trópico). Distintas piedritas y pedazos de caracol se mueven en el lecho, delatando las corrientes. Entre la superficie del agua y el suelo marino hay una profusión de puntos brillantes. ¿Será sal esta miríada de puntos que parecen brillantina o purpurina plateada en suspensión; serán pedacitos de caracol triturado en vías de hacerse arena? Es como una gigantesca red tridimensional de puntos muy cercanos entre sí, sumergida en la gran masa líquida que aplasta la costa. La red danza siguiendo las oleadas: su destino, el de cada punto, es solidario con el del agua que la contiene. Son sólidos los puntos, eso seguro. En rigor, forman parte de la densidad del mar tomado como cuerpo. Las fuerzas que presionan el mar (el peso del aire, la dureza del suelo, los movimientos de sus habitantes permanentes y los visitantes, etcétera), encuentran una resistencia que incluye esa red de puntos misteriosos. Por eso, siguiendo en rigor, suplantar "el mar" por "el agua" incurre en empobrecimiento, reducción, pérdida, discriminación, ceguera, desidia, irresponsabilidad. El brillo de estos puntos (se diría que iluminan) es el mismo brillo, apenas más lejano de la fuente de origen, que el molesto reflejo del sol en la superficie. Y tan chiquitos son estos puntos que la potencia de su propio brillo los oculta.

Y tan chiquitos son, que no entorpecen para nada la visibilidad de mis pies, el fondo. Se puede nadar tranquilamente, con los ojos cerrados, habiendo ya visto libre de interrupciones el espacio donde trasladaremos nuestro cuerpo de modo tan inhabitual. La transparencia del mar –su preponderancia acuosa, al fin- no es sólo un valor estético, sino ante todo práctico. Me adentro bastante más allá de donde dejo de hacer pie, el fondo estará a cuatro o cinco metros, absolutamente visible. Me sumerjo y bajo el agua hay otras reglas. Los parámetros de la percepción se trastocan; también las leyes del movimiento: se puede nadar con los brazos junto al cuerpo -como suprimiéndolos- y las piernas juntas, haciendo ondas con el cuerpo que terminen en impulsos como de pez.
Federico Levín nació en Rosario en 1982. Fundó el Colectivo Inmediato, grupo de pensamiento y escritura, y La Selección Nacional de Música Declamativa, experimento de improvisación narrativo musical. Es miembro del mítico grupo de narradores "El quinteto de la muerte", con el cual leyó, cocinó y ofició de maestro de ceremonias en distintos bares y centros culturales de B.A. Maneja inconsistentemente el blog www.moscas.blogspot.com. Publicó Historias Higiénicas (novela, Grupo Editor Latinoamericano, 2000) Igor (novela, Gargola Ediciones, 2007), Los Pacoquis (poema, Editorial Funesiana, 2007) y cuentos en numerosas antologías. Todavía no hizo nada más, pero está en eso.

Año nuevo

Niños detonan petardos.
No creen en Dios; sí en los petardos, que tampoco ven.

En esta casa nos reunimos todos, muchos: sería arduo enumerarnos. Y hay uno más, sentado a la mesa, uno que no es ninguno de todos nosotros. Es un hombre grande, la cara detenida siempre en la gesta del estornudo; no sé quién lo invitó: tal vez no haya necesitado que lo inviten.
En la mesa hay colillas de cigarrillos, colillas concentradas en ceniceros. Y hay ganglios de vino que retumban y bombean desprolijos, se caracajan y se vuelven silencio.
El vino somos todos uno, y hay uno que vino y es un desconocido.
Los habitantes de esta casa comenzamos a hablar de él, como si no estuviera, de tan desconocido.
Mi hermana opina que él es el Año 5; el desconocido al que esperamos.
“Siempre se espera al desconocido”, apunta el abuelo, y brindamos con el sonido arrítmico de cada ganglio de cristal.
Mi hermana opina que la palabra ganglio es espantosa y me cuesta no creerle.

Afuera: niños detonan petardos atonales.
Pasamos al champán: a los corchos les pasa algo que siempre deseamos y nunca nos pasará; de pura envidia nos bebemos las burbujas. Mi abuela está de acuerdo, aunque repara en que, en realidad, nos bebemos todo menos las burbujas.
Burbujas- dice mi hermana, y ahora está contenta: no puede pensar en nada que no sean burbujas- Burbujas.
El desconocido sigue acá, a punto de estornudar y no estornuda. Se levanta y se acerca al teléfono.
En la mesa comienza a circular el rumor de que es viudo, de viudez reciente.
¿De dónde salió el rumor, si estamos todos quietos, acá sentados?

No nos dimos cuenta y estamos esperando. Y eso, esperar, no es algo para hacer.
- Vos decís que siempre se espera lo desconocido... sin embargo estamos esperando el año nuevo, y el año nuevo es bien conocido... niños detonan petardos, etcétera.
- Y siempre llega- Agrega una voz.
- Lo que se espera es el nombre que recubre lo desconocido, Año 5/ Año nuevo. Pero lo que el año será, no podemos saberlo. Le ponemos nombre para poder esperarlo a pesar de no saberlo- Dice mi abuelo, y casi no se le entiende de tan sonriendo.
- Lo que se espera es siempre el nombre- dice mi padre con la boca ensangrentada de Malbec- lo único que hay es...-
Niño detona demasiado petardo.
Quedamos en silencio y Desconocido se siente mirado; junto al teléfono, Desconocido se siente Extraño. Y entonces dice:
“Faltan doce minutos”
Desconocido se mantiene junto al teléfono.
Veintitrés horas- cuarentiocho minutos- diez segundos.
La voz del 113.

Esperamos. Doce minutos por persona.
Mi madre dispone doce almendras ( ¿o esas se llaman nueces?) por cada uno. Hay que comer una por cada mes del año que viene (¿ o del que pasó?), una por cada minuto.
Mi madre se come la espera, borracha de glucosa.

Veintitrés horas- cuarentinueve minutos- cero segundos
Faltan once minutos, y Desconocido a punto de llorar.
Algo lo confirma: es recientemente viudo, muy viudo. Mi hermana dice que tal vez haya estado casado con el Año 4, y ahora lo llora. Está emocionada.

Afuera hay luces de otros. Gran despliegue.
Se han adelantado: nosotros tenemos la hora exacta, conectados al 113.

Cero horas- cero minutos- cero segundos.
Desconocido descorcha en llanto.
Sólo él sabe la emoción que sintió esa mujer, la locutora del 113, al grabar, hace cincuenta años, ese horario, esa sentencia. Su instante de trascendencia inmortalizado, repetido todos los días, y sobre todo, en cada año nuevo.
Su voz elegante, hermética, grabada y repetida aún después de su muerte.
Desconocido llora, sujeto a un teléfono desconocido, en su primer año nuevo sin ella.

Niños detonan petardos y luces de otros.
Carina Chavar. Nació el 26 de marzo de 1984 a las 11 08 am. en Lanús y después armó su libro y lo editó ella solita (eso incluye coserlo y pintar cada una de las tapas, que es única). Se llama "Otro templo para las horas", por cierto. Quien conozca un biógrafo no dude en presentárselo. Kugshdb,jhxcnvbrtgjhbsd.cbnñpoiuy (no, esto no es un error de edición). Otra nota del editor: también es artista plástica y administra los blogs http://www.casiotro.blogspot.com/ y http://naturalezamuertacharlotteconbotella.blogspot.com/

editó: Lunita
Resurrección de la Vaquillona y del peligro

Oh! Vaquillona empeligrada, has transitado en puntas de pezuña la sequía, tu muerte abrilosa, de mediodía, se ha unido a tu espalda.¿Qué harás ahora con el color que conocieron tus pómulos? ¿Cómo verás los espejos, los lagos? Supiste, Vaquillona en peligro, lo que crece tras el mortal mediodía, supiste el círculo y su textura. Ya no quieras remediarlo, oh! empeligrada, nada puedes hacer por irte o por quedarte, sólo debes ver la luna como quien mira los charcos de sangre antigua.Vivirás, oh! Vaquillona, como la vez de antes pero sabiendo el círculo, con la conciencia de siempre erizada de peligro, con el abril de tu muerte en el lomo; oh! Vaquillona , tus ojos no lo dicen todo.
Lunita nació en Buenos Aires en 1980. Es politóloga y profesora de historia. Vira para la ficción porque necesita disminuir la sobredosis de realidad, aunque no puede evitarlo: http://www.lunitaaladeriva.blogspot.com/ y http://www.siemprereina.blogspot.com/. Ella recomienda la serie de microrrelatos sarmientinos, aunque asegura que le gusta la gente simple.

Cuando los códigos vienen marchando...
En algunos intervalos no hay trenes en el andén y los pasajeros formamos fila como en el colegio. Siempre hay alguno (debo decir que alguna vez participé de esa lista) que se acerca al borde del andén, por el medio de dos de las tantas hileras que se concentran a lo largo y a lo ancho del andén y es muy mal visto por la multitud que sí cumple con la formalidad del desfile. Es como todo, pienso. "Hay códigos". Pero son tan simbólicos que uno no puede hacer nada si alguien los vulnera. ¿Qué hacer con este individuo que se cola? ¿Empujarlo al abismo de las vías por "colado"? ¿Rogar que el maquinista no deje las puertas a su disposición cuando frene? Alguna vez les he puesto un digno codazo. Pero todavía no entiendo si fue por una cuestión de principios o de envidia.
El caso es que hoy llegué a la Terminal Once justo luego del tren, con lo cual no tuve que respetar una fila simplemente porque no la había. La mayoría de la gente ya había subido. Pero aligeré el paso. Luego empecé a trotar. Avancé sobre unos domingueros y otros aprendices. Y no perdía de vista la búsqueda de un asiento vacío en cada vagón. Bingo: lo encontré al final del penúltimo vagón. Y me senté. Y saqué la agenda porque tenía que hacer las cuentas del mes. Y preparé el apunte de la maldita materia porque tenía que leer. Y me saqué la polera porque tenía calor con tanto trote. Y me relajé, porque tenía el cansancio de un día que apenas empezaba.
Al rato no había más espacios vacíos. El Sarmiento salía en 10 minutos así que la gente siguió subiendo, buscando buenas ubicaciones pero de parado. O cerca de una manija a la que aferrarse. O no muy lejos de la puerta pero cerca de una ventana abierta para que no falte el aire. Bah... yo haría eso. Entre ellos una señora, pero joven. Y de su mano una nenita de no más de cinco años. Como no había lugar para sentarse se apoyaron contra uno de los laterales de las puertas. Y me hice la boluda (es decir, empecé a leer). Igual, estaba algo lejos y otra persona se interponía entre nosotras, de modo que ellas no podían ver que yo vulneraba un "código". Aunque la verdad… ya no podía evitar formar parte del resto del vagón que las negaba.Hasta que me sorprendió a lo lejos una voz masculina y ronca, que se notaba elevando el volumen:- Pero yo hice la fila y esperé el tren...
Hizo una pausa y continuó:
- No voy a discutir esto con usted- negaba, como quien se resigna ante un interlocutor incapaz.¿Quién tiene razón? pensé. ¿Quién tiene la verdad? ¿Hasta dónde sabemos aplicar los "códigos"? La nena tenía edad para estar parada. Y la señora jamás pidió el asiento ¿Qué pasa cuando alguien pide un asiento y nadie se levanta? Y luego insiste pero otra vez nadie cede. Es una hora en la que todos estamos cansados y queremos (y tenemos) derecho a viajar sentados, me respondí. De hecho, continué leyendo mi texto. Pero el demandante de puestos esta vez perdió la paciencia, y entonces escuché la segunda voz:
- Mirá, si no lo vas a discutir conmigo, ¡vas a pelear conmigo!
- Y lo agarró de las orejas (lo sé porque me asomé justo a tiempo). Era un señor bastante mayor y agarró bien fuerte de las orejas al joven de la voz masculina y ronca:- ¡Y vas a aprender a respetar los "códigos"!- le dijo.
El joven de la voz masculina y ronca empujó con su mano al señor bastante mayor, presionando el pecho de este, aunque sin más fuerza que la necesaria para alejarlo. Con la otra mano intentaba quitárselo de las orejas. El forcejeo duró unos segundos, en una situación que excedía lo ridículo, mientras el tren se llenaba cada vez más con nuevos pasajeros. Y nadie se interponía. "Son códigos", escuché murmurar.
Hasta que el viejo se quedó duro y llevó su mano izquierda al pecho. Y ya no respiró.Algunos queríamos volver más rápido a casa, así que subimos al tren siguiente. Otros se fueron a hacer la fila a otro andén, donde esperarían 20 minutos la llegada de una nueva unidad.Parada y apretada contra la señora y la nena pude ver a través de la ventana de la puerta de mi nuevo tren, cuando éste partía, cómo el joven de voz masculina y ronca gesticulaba hasta los nervios frente al oficial que le tomaba declaraciones, mientras el señor de las orejas ocupaba el asiento del joven, en un Sarmiento vacío de "códigos".

lunes, 24 de diciembre de 2007

sábado, 22 de diciembre de 2007

viernes, 21 de diciembre de 2007

jueves, 20 de diciembre de 2007

Primer villancico vrutal

Bueno amigos, amantes de los renos en ojotas, familiares borrachos y niños con petardos, esta es la página oficial de los Villancicos Vrutales; acá está pasando la posta del fin de año, donde iremos informando de todas las novedades y la trastienda de este festival de rock y literatura, con la presencia maravillosa de escritores neuquinos y porteños, en una velada sin pan dulce pero con mucho de eso: rock y literatura.
Manténganse en sintonía que vamos a ir actualizando día a día con los detalles de la joda, las biografías de los participantes, algunos textos y fotos de la primera edición de los Villancicos Vrutales. Como para ir calentando los motores para lo que va a pasar el domingo 30 de diciembre a partir de las 18 en el Viejo Teatro (Misiones 234). Performances, feria editorial, punk rock y delirio. Totalmente gratis, campeones. Si se lo pierden se les va a mojar la pólvora de las cañitas de Año Nuevo.

Un año atrás

miércoles, 12 de diciembre de 2007

martes, 11 de diciembre de 2007